La transformación de la estructura de una sociedad, de sus instituciones y de la distribución de riqueza se da en forma gradual en los países democráticos. A mediados del siglo pasado diversas sociedades pasaron de valores de trabajo arduo, austeridad y confianza en las instituciones, a un activismo social por más derechos civiles y por cierto inconformismo con la forma de vida que llevaban. En la última década los valores individuales han vuelto a cambiar, sobre todo en los jóvenes de 20 a 29 años de edad, más influidos por el advenimiento de la sociedad del saber, la revolución de la electrónica y la computación, los trabajos eventuales, la estructura cambiante de la familia y la creciente influencia de los grupos minoritarios (Mullins y ot., 2007).
El incremento de productividad de las máquinas industriales permite obtener mayor cantidad de bienes de mejor calidad y ocupar menos tiempo. Hecho que también se observa cuando las empresas utilizan técnicas de planificación y organización empresarial.
Estos factores junto con la presión sindical permitieron acortar la jornada laboral, pasando de 96 horas semanales a 40 durante el transcurso del último siglo; todo ello combinado con los beneficios del aguinaldo y las vacaciones pagas. Con esto se logró mayor tiempo libre que al llenarse genera una creciente e inteligente demanda de servicios: turismo, música, arte, educación, etc., acompañado por políticas públicas culturales.
Urbanización y complejidad de la vida moderna
Los niveles de urbanización inciden directamente en las estructuras de consumo y en la producción de servicios, sobre todo de transporte y de servicios públicos. También en las sociedades modernas es necesaria una escritura para demostrar la propiedad de bienes inmuebles, se exigen transacciones de dinero en entidades bancarias para documentar los pagos, se necesitan artefactos para comunicarse y para archivar la documentación. Además si alguien hereda un bien se generan actividades como el asesoramiento jurídico, pago de impuestos, nuevo registro de los bienes, y tantos otros.
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Incremento de la población femenina
Cuando la mujer trabaja fuera de su domicilio se genera una demanda de nuevos servicios, como el cuidado de los hijos durante la jornada laboral, la limpieza doméstica, la preparación de alimentos, el cuidado de la ropa, la mensajería, la guardería o el chofer (siempre y cuando el varón también esté trabajando fuera de su domicilio y no supla las tareas del hogar).
Mejora de la calidad de vida
La disminución del tamaño de la familia tipo y el trabajo de la mujer fuera de casa ha generado hogares con ingresos duales, lo que permite cierta capacidad de ahorro cuyo destino suele ser el consumo de servicios (más días de turismo, salidas culturales, paseos, adquisición de artículos decorativos).
Nuevos valores sociales
El interés por la ecología o conservación ambiental, y por la estética personal, son dos de las causas del cambio cultural que generan o potencian el sector de los servicios.
La necesidad de separar residuos o reciclarlos trae aparejada la creación de empresas de transporte especializado, plantas de tratamiento, vertederos selectivos, aprovechamiento de materiales, etc.
Por otro lado la preocupación por un cuerpo sano y bello explica la proliferación de gimnasios y centros de estética.
Fuentes:
Grande Esteban, I. (2012). Marketing de los Servicios. Alfaomega 4° Edición. Madrid.
Mullins, Walker, Boyd, Larréché (2007). Administration de Marketing. 5° Ed.
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